La historia de Pixar dice mucho sobre Jobs y su fe en la innovación. Sus comienzos fueron cualquier cosa menos fáciles. Primero, la empresa perdió dinero: cuando en 1985 Jobs fue dejado de lado por Apple, le compró al creador de Star Wars, George Lucas, el pequeño departamento de efectos especiales. En aquel entonces pagó cinco millones de dólares e inyectó otros cinco millones en la compañía, que recibió el nombre de Pixar.
Jobs se puso al frente de la nueva empresa, que estaba destinada a ser una firma informática. El producto central era el Pixar Image Computer, que en aquel entonces tenía una enorme memoria gráfica. Pero el PC no se vendió bien y en 1990 Jobs decidió poner fin a la producción de Hardware.
Las pérdidas se amontonaron, Jobs tuvo que recortar cada vez más personal y comenzó a pensar en vender Pixar, incluso a su archirrival Microsoft. Un pequeño contrato con Disney para la producción de películas de animación parecía sólo aplazar el final.
Sin embargo, la moneda cambió de cara cuando en noviembre de 1995 llegó a los cines Toy Story, la primera película animada producida totalmente por computador. Una semana más tarde, Pixar salió triunfalmente a Bolsa. Y Jobs, que poseía un 70 por ciento de la empresa, sumó millones a su cuenta.
Tras aquel primer filme siguió una estela de hits sin precedentes, que parecían abonados a los Oscar. Pixar y Jobs mostraron al mundo que es posible hacer películas técnicamente perfectas y a la vez apasionantes utilizando sólo la animación digital. Y con ello, desataron una oleada de producciones que tomaron su relevo.
Cuando Steve Jobs vendió finalmente Pixar a Disney en 2006 por más de 7.000 millones de dólares, la operación pareció más bien una adquisición creativa por parte del socio menor. Pues en aquel momento, la tradicional casa de animación Disney deambulaba sin rumbo tras varios fracasos, y los puestos clave los ocuparon gente de Pixar como el director de Toy Story, John Lasseter.
Lasseter, a quien Disney había despedido una vez como dibujante, dijo a la revista especializada "Variety" que aprendió de Jobs a creer en sus visiones. Jobs "no se rige por la reacción de espectadores de prueba. Cree tan fijamente en una idea que dice 'si me gusta, tiene que gustarles a todos'".
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